-No es el momento-
dijo mientras miraba sus labios y supo, en ese instante, que se había condenado.
No es el beso que te anuda el que está dado…, no.
Es ese otro,
el beso que apeteces y te prende las arterias,
ese beso distraído suspendido entre dos labios.
Es el beso que sospechas y perfilas palmo a palmo,
ese beso inexistente que es latido,
es el beso que se vuela hacia otros labios entre el tiempo del deseo…, a ser besado.
Cillán M.
“De cómo baten las pestañas”