17 de junio de 2011

Cuando una etapa languidece,otra germina.



Hay, entre la gente que participamos cada día en el Movimiento 15M, una corriente de optimismo y alegría que contrasta enormemente con la seriedad de las cosas que se reivindican y la precariedad social y económica en que nos van sumergiendo. Pero la explicación es fácil.

Hoy, un mes después del inicio de todo esto, en todos los que participamos desde dentro ha germinado un sentimiento común. Hemos recuperado la ILUSIÓN. No la ilusión en sí misma como seres ilusos y entusiasmados, sino la ilusión en cosas tan concretas como saber que, por fin, estamos tomando partido de una forma activa para defender nuestros derechos, para luchar contra aquellas injusticias sociales y económicas que nos van asfixiando y nos tienen al borde del colapso. Nos encontramos con la gente en la calle, sentados en una plaza que jamás imaginamos nos hubiéramos sentado antes, debatiendo sobre cuestiones fundamentales que afectan a nuestra vida diaria de forma directa y descubrimos que nuestras preocupaciones son las mismas que las de toda esa gente a la que no conocíamos de antes. Del debate pasamos a la acción, a los grupos de trabajo, a las asambleas y a darle forma a toda esa indignación que nos une encaminándola a darle solución y que no quede en una pataleta más.

En los medios, la clase política y algunas esferas adyacentes a estas dos primeras, despertamos suspicacias y comienzan las ridiculizaciones, los descalificativos, las descaradas intenciones de manipular nuestro mensaje, nuestra imagen, nuestras razones y nuestros objetivos. Ponen todo su empeño en desprestigiarnos, pero aún no comprenden que desprestigiar la opinión de los ciudadanos es un arma de doble filo. Los ciudadanos no somos un número ni un voto, somos personas que sufren los abusos que se están cometiendo en nombre de una democracia cada vez más marchita y atenazada, y en defensa de los intereses de quienes han generado la crisis. Todos nosotros,  y no sólo los políticos, somos la democracia, es algo que no deberían haber olvidado los políticos durante todos estos años.

El Parlamento de un Estado puede ser legal, elegido democráticamente, pero deja de ser legítimo en el momento en que quien sostiene su legitimidad se rebela y les dice ¡no nos representáis! Y para quien diga que representan a los votantes, para quien diga que representan a los ciudadanos, buscad información. Entre los votos que no tienen representación, el voto en blanco, el nulo y la abstención, existiría una representación parlamentaria que sería la cuarta más votada. Al menos es para pensarlo. El mensaje es claro y sencillo de comprender, por mucho que intenten hacer oídos sordos. Nosotros no estamos en contra de la democracia, estamos en contra de cómo se reparte y se organiza esta democracia que coarta la participación ciudadana en la toma de decisiones que les afecta directamente y a veces, incluso les golpea. Fue necesario, quizá, legislar en este sentido estricto en el momento en que fue formulada la Constitución y la Ley Electoral por el momento histórico en que se dio, pero tantos años después ha llegado la hora de evolucionar y cambiar unas reglas del juego obsoletas en unos tiempos que han cambiado. Hemos madurado democráticamente como ciudadanos y como sociedad, y nuestra democracia sigue igual que hace 30 años. Ya no nos sirven leyes electorales que potencian y blindan el bipartidismo, hay miles de opciones políticas que tienen seguidores y no obtienen representación parlamentaria. ¿Por qué esos ciudadanos que los votan no tienen derecho a tener voz en su Parlamento?¿Por qué estamos obligados a votar una lista cerrada en que aparezcan candidatos imputados porque si no, no puedo votar al partido que creo me representaría? ¿Todo en el mismo lote o nada? ¿Por qué cuando llega la hora de decidir si España se involucra en asuntos trascendentales para la ciudadanía, no tengo la posibilidad de decidir la postura a tomar por el Gobierno? Y así podríamos seguir hasta desgañitarnos, estas cosas son las que se debaten en las plazas de pueblos y ciudades, a estas cuestiones y muchas más es a las que buscamos solución, porque serán las soluciones que nos permitan avanzar en todas las demás, sin este punto de partida será muy difícil defender otros derechos atenazados porque el mismo sistema es el que no nos permite participar. Con estas pretensiones esquematizadas y básicas, podremos elegir representantes que sí velen por nuestros derechos y si no lo hacen, tener la oportunidad de exigirles responsabilidades o destituirles. Basta ya de promesas electorales que caen en el olvido a la primera intersección de los intereses financieros. Ellos, y no otros, dirigen nuestros destinos y comprobado está que nos excluyen y que, por desgracia, no velan por nada que no sean sus propios intereses.

¡Vamos despacio porque vamos lejos!