30 de noviembre de 2010

Diario de un duende travieso. Cap.1.

  Un día del primer verano en libertad, le dije a Bastus, el jefe de mi bosque, que mi amigo Gosty me había dicho que Lentio robaba bayas de su huerto. Era mentira. No sé qué buscaba, ni siquiera sé si lo conseguí. Lo único que recuerdo es, que a partir de entonces, nunca digo las cosas que realmente pasan, siempre me las invento.




O las inventaba…

hasta que una soleada tarde de otoño en que yo iba paseando por el bosque dejé volar mi imaginación, y voló hasta llegar a mí mismo....Llevaba muchas horas luchando con las hojas caídas y la belleza de aquella tarde se fue diluyendo según se me hacía más y más difícil avanzar. Recordé entonces, que hacía unos meses un anciano, Wolfrang, me contó la existencia de un hada maravillosa que paseaba por este bosque tiempo atrás:



"Siempre cantaba deliciosamente mientras iba dando saltitos de un lado a otro. Cuando algún niño caía en problemas, allí llegaba ella en un suspiro, agitaba su varita iridiscente y el niño sólo veía unas estrellitas. Se quedaba tan entusiasmado mirando que se le olvidaba cualquier percance que hubiera sufrido...y empezaba a sonreír. Era pues, un hada buena, muy buena"



En ese momento yo deseaba ardientemente  que apareciera aquel hada y me salvara de la maraña de hojas amarillentas que se estaban convirtiendo en un obstáculo infranqueable.



"Era tan buena-decía Wolfrang-que no reparaba en el tiempo que tuviera que emplear para ayudar a cualquier niño o criatura del bosque. Habitualmente no le llevaba demasiado tiempo, por lo que aquello de entretenerse de vez en cuando, si el contratiempo era más serio de lo habitual, no le suponía ningún esfuerzo a Bluebell, que así se llamaba el hada. Conocía tan bien el bosque, que era capaz de recorrerlo a ciegas de un lado a otro sin abrir, ni una vez, los ojos, guiándose únicamente por el canto de aquellos impertinentes animalillos de colores que pasaban el día piando sin respetar la siesta de nadie…"



Me dijo Gosty que a Wolfrang no le gustaban los pájaros, debía ser por eso que hablaba así....



"…y le guiaban hasta su casa, una maravillosa seta gigante de alegres colores. Era azul añil, turquesa, aguamarina....ventanas ocres y unas cortinillas en tonos verde acuoso. La rodeaban unos frondosos árboles frutales, consiguiendo un contraste inimaginable. Y es que aquellos árboles daban unos frutos de color rojo brillante, otros de un naranja muy intenso y los demás de un amarillo ácido que obligaba a entornar los ojos para poder mirarlos. Estos frutos ya no se encuentran fácilmente, para verlos hay que creer en las hadas. Daban, además, buena sombra los árboles y a ella, que le encantaba leer, había colocado un tronco hueco en el jardín para poder sentarse allí en las tardes de primavera. Bluebell encajaba a la perfección en aquella casa, y es que no era un hada como las demás. Su pelo era verde azulado, cortito y despuntado, porque a pesar de su edad (las hadas viven muchísimos años, siglos quizá) era un hada muy moderna. No consintió vestir jamás esos vestidos vaporosos, ella prefería unos tejanos de colores. Le parecía que para corretear por el bosque era mucho más práctico; y nada de zapatitos de raso ni cristal; según ella, le había dicho Cenicienta que no eran apropiados para bailar y a Bluebell le gustaba tanto bailar…,unas botitas planas serían mucho más cómodas. Completaba su atuendo una camiseta de fresas silvestres y una gorra para los días de mucho sol. Así ataviada recorría el bosque en busca de gratas experiencias que le hicieran crecer, y poder pasar así al consejo de las hadas maduras. Y es que no sabes la suerte que tienen las hadas maduras, pueden hablar con los duendes, con los animales del bosque y con los pocos niños que consiguen verlas. Mientras que las hadas jóvenes se han de conformar con revolotear alrededor de ellos y ayudarles de igual modo, pero sin ser vistas. Se ponen tristes por esto a veces, porque oyen decir a los niños que ha sido un milagro, o los ven salir corriendo asustados cuando ellas levantan la rama que atrapa su piernecita...como no las ven.....Pero todo esto cambia una vez que maduran, ya tienen lógica los milagros, y pueden contarle cuentos a todos, y cantarles canciones, y bailar con ellos. Entonces sí que son realmente felices las hadas, ya no salen corriendo los niños...."

       

    Wolfrang estaba sudando y fue a por un par de limonadas. Cuando se levantó vi que estaba sentado en un tronco hueco…

-...como el de Bluebell- pensé. Y sonreí.



"Bluebell era un hada poco madura, pero muy feliz" -Continuó Wolfrang, ya de vuelta con las limonadas. "Hasta que uno de aquellos días que correteaba por un prado cercano al bosque, lo vio. Aún no podían verla a ella, pero ya daba lo mismo, lo que cambiaba era en su interior y lo de menos era lo que externamente pudiera parecer. Intentó sonreír y no podía,  ¿cómo era posible que no pudiera sonreír? Quiso cantar para disipar el miedo que se estaba apoderando de ella y no salió sonido alguno de su garganta. Parecieron eternos aquellos instantes en que Bluebell dejó de ser un hada......pero, que había producido aquel brusco cambio en ella.... ¿Es que las hadas no son hadas eternamente?......."

  

     Wolfrang suspiró, ya estaba anocheciendo y me dijo que en otra ocasión continuaríamos con la historia......



   

29 de noviembre de 2010

Etéreo..., intenso.

En qué lugar
              un árbol
fugaz,
roca perenne,
memoria,
lucha de locos,
cordura.


     Raíz del viento
batir de olas...
...sentir.




Cillán M.

28 de noviembre de 2010



Palabras fugaces que se perdieron en el follaje
y allí quedarán colgadas de las ramas que las balanceen al viento del otoño,
cuando lo amarillo tiña el río de azufre
y sulfure su caudal enfurecido
tras haber oido lo que he pensado y, nunca he dicho.

Cillán M.