8 de diciembre de 2010

Réquiem en sillerías

Los hombres de verde descargan su rabia y retumban los ecos en los arbustos rojizos que expanden anuncio de sangre rodando ladera abajo. Diluyen sus ansias en metralla de miradas orgullosas en arriesgada competición por saber quién desbordará el río de desastre.



…Boom…


y el sonido se cuela entre las gotas hasta retumbar tu cuerpo en escalofrío premonitorio.


Cruje el cielo.


En las casas entran nubarrones cada vez más negros según se van deshojando palabras en azotes…, el gesto se tensa, la sonrisa torna en mueca, el brazo izquierdo cae lentamente junto al cuerpo, la espalda se encorva recogiendo la cabeza entre los hombros, se aguan los ojos de un hombre…el silencio se apodera del todo, la nada llega y desintegra lo existente…


Su realidad truncó los sueños, deshizo las ilusiones a golpe de monedas escasas, tergiversó sus ideas hasta desalentar los motivos, tejiendo una cuerda con los resquemores de enfados absurdos, con las caricias que no llegaron cuando su cuerpo clamaba migajas de amor, y trenzó la soga con miradas esquivas que desatendían sus ojos cansados…


Sus manos moldeaban sacando magia entre maderos, regalaba arte en bellotas de la encina de su huerto. Retaba al tiempo y al miedo con teorías maduradas en su cabeza sobre bases de un mundo que sólo allí existía y sus palabras las mostraban desacreditando su razón, esparciendo semillas de la locura que todos declamaban…


“No estoy loco, tengo sentimientos y la indiferencia los está matando…”


Y con su cuerda, bien trenzada, los ajustició.


Sillero, descansa.


Las campanas de esta iglesia centenaria tañen por ti.






Cillán M.